martes, 14 de octubre de 2014

Monseñor Rogelio Livieres... la voz de un buen pastor

El mes pasado, el obispo paraguayo de Ciudad del Este, mons. Rogelio Livieres, fue separado injustamente de su cargo como era de preveer.
Enorme revuelo e indignación en el mundo católico, llamemoslo así, de "buena voluntad" ha causado su remoción de la diócesis con métodos proprios de épocas que creíamos ya superadas pero que la "iglesia de la misericordia" no dudó un instante en emplear.

El castigo infligido a este valiente prelado no lo ha, de ningún modo, amedrentado para alzar una vez y mil veces más su voz para denunciar las calamidades que se están abatiendo sobre la Iglesia!

Nosotros los católicos tenemos que pedirle a Dios que nos ilumine y nos indique quiénes son los pastores que no traicionan a Cristo para que podamos seguir sus voces.

Miserere


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sábado, 11 de octubre de 2014

UNA LUZ EN LAS SOMBRAS: LA VOZ DE MONS. LIVIERES HABLANDO DEL SÍNODO

Esperanza frente al peligro de Cisma: Artículo de Monseñor Livieres


INTRODUCCIÓN DE CATOLICIDAD

"Dentro de la Iglesia, y últimamente desde
algunas de sus más altas esferas, «soplan 
vientos nuevos» que no son del Espíritu
Santo", explica Mons. Livieres, mencio-
nando entre estos modernistas al 
cardenal Walter Kasper.
El modernismo -la suma de todas las herejías, como lo definió S.S. san Pío X-  enquistado en altos puestos de la Iglesia intenta instrumentalizar el Sínodo extraordinario sobre la Familia, aduciendo que no se deberá tocar lo dogmático, sino que se debe modificar únicamente lo pastoral (como si lo pastoral no fuese una expresión y una consecuencia de lo dogmático), para adecuar  -según ellos-  y poner al día a la Iglesia en consonacia con la "realidad" del mundo, de una manera "misericordiosa" y sin condenar sus errores. En otras palabras, tratar de adecuar la Iglesia a los errores de los hombres en la práctica, traicionando -en el fondo- la misma fe que debe normar lo pastoral y que se encuentra en el depósito de la Revelación, aduciendo falsamente -los modernistas- que no se ha tocado la doctrina. En fin, su objetivo es ese adecuamiento de la Iglesia a los errores del hombre y no la conversión del hombre a Dios.

Monseñor Rogelio Livieres, obispo paraguayo, que víctima de politiquería ha sido obligado a dejar su diócesis luego de ser destituido (destitución aceptada sumisamente por el obispo) recientemente por intrigas modernistas -por su criterio a favor de la Tradición de la Iglesia- por parte de otros obispos paraguayos que lo acusaron de "no estar en comunión" con ellos, sale a la palestra a defender la enseñanza perenne de la Iglesia y la genuina doctrina católica que se fundamenta en el mismo depósito de la Revelación Divina. El propio obispo recuerda que el mismo san Atanasio fue expulsado de su Diócesis no una sino cinco veces, debido a las maquinaciones de sus hermanos obispos arrianos con los que no estaba «en comunión», precisamente porque quería promover «la fe católica y apostólica» en contra de la herejía arriana.

Leamos reflexivamente el escrito de Mons. Livieres que transcribimos a continuación:
Refiriéndose a los modernistas advirtió:
"Estamos frente al peligro de un
 gran cisma. Exactamente lo que el Señor
 y su Santísima Madre nos han prevenido"
En la Misa de Apertura del Sínodo Extraordinario sobre la Familia el Papa Francisco llamó a los Obispos a colaborar con el plan de Dios y formar así un pueblo santo. Ofrezco estas reflexiones con el deseo de servir al Papa de la mejor manera que puedo.

La Iglesia, fundada sobre la roca de Pedro, espera del Sínodo la promoción de la familia cristiana. Pero lo que la Biblia llama «el mundo» tiene una expectativa muy distinta: los medios de prensa vociferan cada día para que la Iglesia «se ponga al día». Un eufemismo para exigir que bendiga, y no condene, los desvíos morales cada día más frecuentes, entre otras razones, por la promoción sistemática desde la prensa y la industria del entretenimiento.
La Iglesia sin embargo no fue establecida para sancionar lo que el mundo pretende, sino para enseñarnos lo que Dios quiere de nosotros y acompañarnos en el camino de la santidad. Porque es en la voluntad de Dios, que todo lo sabe y no puede engañarse ni engañarnos, donde nosotros encontramos la verdadera paz y felicidad. Ni la doctrina de la fe ni la práctica pastoral –consecuencia de esa doctrina– son el resultado de consensos de curas, aunque sean cardenales u obispos.
Ya desde los primeros tiempos del cristianismo los Apóstoles y sus sucesores fueron presionados por poderosas élites religiosas y políticas para que tergiversaran la verdad y la misión evangélica que habían recibido de Cristo. Pero en vez de inclinarse ante otros dioses nos dejaron un testimonio de fidelidad incondicional a la verdad derramando su sangre. Porque «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29). Estos días me consuela pensar en el ejemplo de san Atanasio. Fue expulsado de su Diócesis no una sino cinco veces, debido a las maquinaciones de sus hermanos obispos arrianos con los que no estaba «en comunión», precisamente porque quería promover «la fe católica y apostólica», como dice la Plegaria Eucarística I, o Canon Romano.
Bendecir y aceptar «lo que todo el mundo quiere» no es ni misericordia ni amor pastoral. Más bien, es pereza y comodidad, porque estaríamos renunciando a evangelizar y educar. Y respetos humanos, porque nos importaría más el qué dirán que increpar proféticamente en la obediencia a Dios. Ya san Benito resumía, en otra época también signada por mucha confusión, el principio de vida eterna de la obediencia: «mi palabra se dirige ahora a ti, quienquiera que seas, para que renuncies a tus propias voluntades y tomes las preclaras y fortísimas armas de la obediencia…», «…así volverás por el trabajo de la obediencia a Aquel de quien te habías alejado por la desidia de la desobediencia» (Regla, Prólogo).
Dentro de la Iglesia, y últimamente desde algunas de sus más altas esferas, «soplan vientos nuevos» que no son del Espíritu Santo. El mismísimo cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, entre otros, ha criticado la pretensión utópica de hacer cambios de fondo en la práctica pastoral sin por ello afectar la doctrina católica sobre la familia. Sin juzgar sus intenciones, que presumo las mejores, y con la tristeza de tener que mencionarlos por nombre, ya que son de público conocimiento, el cardenal Kasper y la revista jesuita Civiltà Cattolica son activos propulsores que lideran esta confusión. Lo que antes estaba prohibido como una grave desobediencia contra la ley de Dios ahora podría quedar bendecido en nombre de su misericordia. Justifican lo injustificable por medio de sutiles interpretaciones de textos y hechos históricos. Pero los que realmente conocen de estas materias han reducido a polvo estos sofismas. No olvidemos lo que nos aseguró el Señor: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mateo 24:35).
"No nos dejemos engañar ni apartar de la fe
 y de la práctica moral que Jesucristo nos
 enseñó... 
El mundo nos perseguirá, incluso
 invocando falsamente el nombre de Dios".
Aprovechemos la extraordinaria oportunidad que nos ofrece el Sínodo para reafirmar de modo positivo lo que la Iglesia siempre y en todas partes ha creído sobre la familia y ha puesto en práctica en su disciplina. Esto nos exige, al mismo tiempo, defender la verdad frente a los que están dividiendo y confundiendo al Pueblo de Dios. La situación es gravísima y no soy yo el primero en advertir que desgraciadamente estamos frente al peligro de un gran cisma. Exactamente lo que el Señor y su Santísima Madre nos han prevenido en apariciones reconocidas y aprobadas por la autoridad de la Iglesia.
Frente a los que están queriendo «dibujar» consensos y manipular estadísticas, como si el Pueblo de Dios estuviera pidiendo lo que en realidad se le quiere gravar por la fuerza de una autoridad abusiva, recordemos que la Iglesia no vive ni se define a partir de las opiniones de los hombres y el cambio de los tiempos sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. La historia de cómo se terminó imponiendo a todo un pueblo católico el cisma de la Iglesia de Inglaterra, junto con el testimonio martirial de san Juan Fischer y santo Tomás Moro, son una lección que hoy vale mucho profundizar.
Roguemos por el Papa, por los Cardenales y los Obispos, para que todos estemos dispuestos incluso a derramar la sangre en la defensa y promoción de la familia contra las tormentas del engaño y la idolatría de la libertad sexual del hombre frente a Dios. No nos dejemos engañar ni apartar de la fe y de la práctica moral que Jesucristo nos enseñó. Sabemos que el mundo odió a nuestro Señor. El servidor no puede ser más que su amo. El mundo nos perseguirá, incluso invocando falsamente el nombre de Dios. Y a los eclesiásticos que hablen como el mundo quiere, los aplaudirá y los amará, «porque son de los suyos», no de Dios.

 MONSEÑOR ROGELIO LIVIERES, OBISPO DE LA IGLESIA CATÓLICA
Fuente: Rogelioliveres.info.

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