lunes, 26 de mayo de 2014

El Primado de Pedro es dogma de Fe

Debido a que en las últimas horas han circulado voces de que habría intención de iniciar discusiones sobre el Primado Petrino, quisiera recordar lo que dice la Constitución dogmática «Pastor aeternus» sobre la Iglesia de Cristo. Concilio Vaticano I.

Miserere






CONCILIO VATICANO I


CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA

«PASTOR AETERNUS»

SOBRE LA IGLESIA DE CRISTO


CUARTA SESIÓN: 18 de julio de 1870


Pío, obispo,
siervo de los siervos de Dios,
con la aprobación del Sagrado Concilio,
para perpetua memoria.

El eterno pastor y guardián de nuestras almas[1], en orden a realizar permanentemente la obra salvadora de la redención, decretó edificar la Santa Iglesia, en la que todos los fieles, como en la casa del Dios viviente, estén unidos por el vínculo de una misma fe y caridad. De esta manera, antes de ser glorificado, suplicó a su Padre, no sólo por los apóstoles sino también por aquellos que creerían en Él a través de su palabra, que todos ellos sean uno como el mismo Hijo y el Padre son uno[2]. Así entonces, como mandó a los apóstoles, que había elegido del mundo[3], tal como Él mismo había sido enviado por el Padre[4], de la misma manera quiso que en su Iglesia hubieran pastores y maestros hasta la consumación de los siglos[5].

Así, para que el oficio episcopal fuese uno y sin división y para que, por la unión del clero, toda la multitud de creyentes se mantuviese en la unidad de la fe y de la comunión, colocó al bienaventurado Pedro sobre los demás apóstoles e instituyó en él el fundamento visible y el principio perpetuo de ambas unidades, sobre cuya fortaleza se construyera un templo eterno, y la altura de la Iglesia, que habría de alcanzar el cielo, se levantara sobre la firmeza de esta fe[6].

Y ya que las puertas del infierno, para derribar, si fuera posible, a la Iglesia, se levantan por doquier contra su fundamento divinamente dispuesto con un odio que crece día a día, juzgamos necesario, con la aprobación del Sagrado Concilio, y para la protección, defensa y crecimiento del rebaño católico, proponer para ser creída y sostenida por todos los fieles, según la antigua y constante fe de la Iglesia Universal, la doctrina acerca de la institución, perpetuidad y naturaleza del sagrado primado apostólico, del cual depende la fortaleza y solidez de la Iglesia toda; y proscribir y condenar los errores contrarios, tan dañinos para el rebaño del Señor.


Capítulo 1

Acerca de la institución del primado apostólico en el bienaventurado Pedro

Así pues, enseñamos y declaramos que, de acuerdo al testimonio del Evangelio, un primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia de Dios fue inmediata y directamente prometido al bienaventurado Apóstol Pedro y conferido a él por Cristo el Señor. Fue sólo a Simón, a quien ya le había dicho «Tú te llamarás Cefas»[7], que el Señor, después de su confesión, «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo», dijo estas solemnes palabras: «Bendito eres tú, Simón Bar-Jonás. Porque ni la carne ni la sangre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo, tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra será desatado en el cielo»[8]. Y fue sólo a Simón Pedro que Jesús, después de su resurrección, le confió la jurisdicción de Pastor Supremo y gobernante de todo su redil, diciendo: «Apacienta mis corderos», «apacienta mis ovejas»[9].

A esta enseñanza tan manifiesta de las Sagradas Escrituras, como siempre ha sido entendido por la Iglesia Católica, se oponen abiertamente las opiniones distorsionadas de quienes falsifican la forma de gobierno que Cristo el Señor estableció en su Iglesia y niegan que solamente Pedro, en preferencia al resto de los apóstoles, tomados singular o colectivamente, fue dotado por Cristo con un verdadero y propio primado de jurisdicción. Lo mismo debe ser dicho de aquellos que afirman que este primado no fue conferido inmediata y directamente al mismo bienaventurado Pedro, sino que lo fue a la Iglesia y que a través de ésta fue transmitido a él como ministro de la misma Iglesia.

Canon: Por lo tanto, si alguien dijere que el bienaventurado Apóstol Pedro no fue constituido por Cristo el Señor como príncipe de todos los Apóstoles y cabeza visible de toda la Iglesia militante; o que era éste sólo un primado de honor y no uno de verdadera y propia jurisdicción que recibió directa e inmediatamente de nuestro Señor Jesucristo mismo: sea anatema.


Capítulo 2

Sobre la perpetuidad del primado del bienaventurado Pedro en los Romanos Pontífices

Aquello que Cristo el Señor, príncipe de los pastores y gran pastor de las ovejas, instituyó en el bienaventurado Apóstol Pedro, para la perpetua salvación y perenne bien de la Iglesia, debe por necesidad permanecer para siempre, por obra del mismo Señor, en la Iglesia que, fundada sobre piedra, se mantendrá firme hasta el fin de los tiempos[10]. «Para nadie puede estar en duda, y ciertamente ha sido conocido en todos los siglos, que el santo y muy bienaventurado Pedro, príncipe y cabeza de los Apóstoles, columna de la fe y fundamento de la Iglesia Católica, recibió las llaves del reino de nuestro Señor Jesucristo, salvador y redentor del género humano, y que hasta este día y para siempre él vive», preside y «juzga en sus sucesores»[11] los obispos de la Santa Sede Romana, fundada por él mismo y consagrada con su sangre.

Por lo tanto todo el que sucede a Pedro en esta cátedra obtiene, por la institución del mismo Cristo, el primado de Pedro sobre toda la Iglesia. «De esta manera permanece firme la disposición de la verdad, el bienaventurado Pedro persevera en la fortaleza de piedra que le fue concedida y no abandona el timón de la Iglesia que una vez recibió»[12]. Por esta razón siempre ha sido «necesario para toda Iglesia --es decir para los fieles de todo el mundo--» «estar de acuerdo» con la Iglesia Romana «debido a su más poderosa principalidad»[13], para que en aquella sede, de la cual fluyen a todos «los derechos de la venerable comunión»[14], estén unidas, como los miembros a la cabeza, en la trabazón de un mismo cuerpo.

Por lo tanto, si alguno dijere que no es por institución del mismo Cristo el Señor, es decir por derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en su primado sobre toda la Iglesia, o que el Romano Pontífice no es el sucesor del bienaventurado Pedro en este misma primado: sea anatema.


Capítulo 3

Sobre la naturaleza y carácter del primado del Romano Pontífice

Y así, apoyados por el claro testimonio de la Sagrada Escritura, y adhiriéndonos a los manifiestos y explícitos decretos tanto de nuestros predecesores los Romanos Pontífices como de los concilios generales, nosotros promulgamos nuevamente la definición del Concilio Ecuménico de Florencia, que debe ser creída por todos los fieles de Cristo, a saber, que «la Santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice mantienen un primado sobre todo el orbe, y que el mismo Romano Pontífice es sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, y que es verdadero vicario de Cristo, cabeza de toda la Iglesia, y padre y maestro de todos los cristianos; y que a él, en el bienaventurado Pedro, le ha sido dada, por nuestro Señor Jesucristo, plena potestad para apacentar, regir y gobernar la Iglesia universal; tal como está contenido en las actas de los concilios ecuménicos y en los sagrados cánones»[15].

Por ello enseñamos y declaramos que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras, y que esta potestad de jurisdicción del Romano Pontífice, que es verdaderamente episcopal, es inmediata. A ella están obligados, los pastores y los fieles, de cualquier rito y dignidad, tanto singular como colectivamente, por deber de subordinación jerárquica y verdadera obediencia, y esto no sólo en materia de fe y costumbres, sino también en lo que concierne a la disciplina y régimen de la Iglesia difundida por todo el orbe; de modo que, guardada la unidad con el Romano Pontífice, tanto de comunión como de profesión de la misma fe, la Iglesia de Cristo sea un sólo rebaño bajo un único Supremo Pastor[16]. Esta es la doctrina de la verdad católica, de la cual nadie puede apartarse de ella sin menoscabo de su fe y su salvación.

Esta potestad del Sumo Pontífice de ninguna manera desacredita aquella potestad ordinaria e inmediata de la jurisdicción episcopal, por la cual los obispos, quienes han sido puestos por el Espíritu Santo[17] como sucesores en el lugar de los Apóstoles, cuidan y gobiernan individualmente, como verdaderos pastores, los rebaños particulares que les han sido asignados. De modo que esta potestad sea es afirmada, apoyada y defendida por el Supremo y Universal Pastor; como ya San Gregorio Magno dice: "Mi honor es el honor de toda la Iglesia. Mi honor es la fuerza inconmovible de mis hermanos. Entonces yo recibo verdadero honor cuando éste no es negado a ninguno de aquellos a quienes se debe"[18].

Además, se sigue de aquella potestad suprema del Romano Pontífice de gobernar la Iglesia universal, que él tiene el derecho, en la realización de este oficio suyo, de comunicarse libremente con los pastores y rebaños de toda la Iglesia, de manera que puedan ser enseñados y guiados por él en el camino de la salvación. Por lo tanto condenamos y rechazamos las opiniones de aquellos que sostienen que esta comunicación de la Cabeza Suprema con los pastores y rebaños puede ser lícitamente impedida o que debería depender del poder secular, lo cual los lleva a sostener que lo que es determinado por la Sede Apostólica o por su autoridad acerca del gobierno de la Iglesia, no tiene fuerza o efecto a menos que sea confirmado por la aprobación del poder secular.

Ya que el Romano Pontífice, por el derecho divino del primado apostólico, presida toda la Iglesia, de la misma manera enseñamos y declaramos que él es el juez supremo de los fieles[19], y que en todos las causas que caen bajo la jurisdicción eclesiástica se puede recurrir a su juicio[20]. El juicio de la Sede Apostólica (de la cual no hay autoridad más elevada) no está sujeto a revisión de nadie, ni a nadie le es lícito juzgar acerca de su juicio[21]. Y por lo tanto se desvían del camino genuino a la verdad quienes mantienen que es lícito apelar sobre los juicios de los Romanos Pontífices a un concilio ecuménico, como si éste fuese una autoridad superior al Romano Pontífice.

Canon: Así, pues, si alguno dijere que el Romano Pontífice tiene tan sólo un oficio de supervisión o dirección, y no la plena y suprema potestad de jurisdicción sobre toda la Iglesia, y esto no sólo en materia de fe y costumbres, sino también en lo concerniente a la disciplina y gobierno de la Iglesia dispersa por todo el mundo; o que tiene sólo las principales partes, pero no toda la plenitud de esta suprema potestad; o que esta potestad suya no es ordinaria e inmediata tanto sobre todas y cada una de las Iglesias como sobre todos y cada uno de los pastores y fieles: sea anatema.


Capítulo 4

Sobre el magisterio infalible del Romano Pontífice

Aquel primado apostólico que el Romano Pontífice posee sobre toda la Iglesia como sucesor de Pedro, príncipe de los apóstoles, incluye también la suprema potestad de magisterio. Esta Santa Sede siempre lo ha mantenido, la práctica constante de la Iglesia lo demuestra, y los concilios ecuménicos, particularmente aquellos en los que Oriente y Occidente se reunieron en la unión de la fe y la caridad, lo han declarado.

Así los padres del cuarto Concilio de Constantinopla, siguiendo los pasos de sus predecesores, hicieron pública esta solemne profesión de fe: «La primera salvación es mantener la regla de la recta fe... Y ya que no se pueden pasar por alto aquellas palabras de nuestro Señor Jesucristo: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia"[22], estas palabras son confirmadas por sus efectos, porque en la Sede Apostólica la religión católica siempre ha sido preservada sin mácula y se ha celebrado la santa doctrina. Ya que es nuestro más sincero deseo no separarnos en manera alguna de esta fe y doctrina, ...esperamos merecer hallarnos en la única comunión que la Sede Apostólica predica, porque en ella está la solidez íntegra y verdadera de la religión cristiana»[23].

Y con la aprobación del segundo Concilio de Lyon, los griegos hicieron la siguiente profesión: «La Santa Iglesia Romana posee el supremo y pleno primado y principado sobre toda la Iglesia Católica. Ella verdadera y humildemente reconoce que ha recibido éste, junto con la plenitud de potestad, del mismo Señor en el bienaventurado Pedro, príncipe y cabeza de los Apóstoles, cuyo sucesor es el Romano Pontífice. Y puesto que ella tiene más que las demás el deber de defender la verdad de la fe, si surgieran preguntas concernientes a la fe, es por su juicio que estas deben ser definidas»[24].

Finalmente se encuentra la definición del Concilio de Florencia: «El Romano Pontífice es el verdadero vicario de Cristo, la cabeza de toda la Iglesia y el padre y maestro de todos los cristianos; y a él fue transmitida en el bienaventurado Pedro, por nuestro Señor Jesucristo, la plena potestad de cuidar, regir y gobernar a la Iglesia universal»[25].

Para cumplir este oficio pastoral, nuestros predecesores trataron incansablemente que el la doctrina salvadora de Cristo se propagase en todos los pueblos de la tierra; y con igual cuidado vigilaron de que se conservase pura e incontaminada dondequiera que haya sido recibida. Fue por esta razón que los obispos de todo el orbe, a veces individualmente, a veces reunidos en sínodos, de acuerdo con la práctica largamente establecida de las Iglesias y la forma de la antigua regla, han referido a esta Sede Apostólica especialmente aquellos peligros que surgían en asuntos de fe, de modo que se resarciesen los daños a la fe precisamente allí donde la fe no puede sufrir mella[26]. Los Romanos Pontífices, también, como las circunstancias del tiempo o el estado de los asuntos lo sugerían, algunas veces llamando a concilios ecuménicos o consultando la opinión de la Iglesia dispersa por todo el mundo, algunas veces por sínodos particulares, algunas veces aprovechando otros medios útiles brindados por la divina providencia, definieron como doctrinas a ser sostenidas aquellas cosas que, por ayuda de Dios, ellos supieron estaban en conformidad con la Sagrada Escritura y las tradiciones apostólicas.

Así el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe. Ciertamente su apostólica doctrina fue abrazada por todos los venerables padres y reverenciada y seguida por los santos y ortodoxos doctores, ya que ellos sabían muy bien que esta Sede de San Pedro siempre permanece libre de error alguno, según la divina promesa de nuestro Señor y Salvador al príncipe de sus discípulos: «Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y cuando hayas regresado fortalece a tus hermanos»[27].

Este carisma de una verdadera y nunca deficiente fe fue por lo tanto divinamente conferida a Pedro y sus sucesores en esta cátedra, de manera que puedan desplegar su elevado oficio para la salvación de todos, y de manera que todo el rebaño de Cristo pueda ser alejado por ellos del venenoso alimento del error y pueda ser alimentado con el sustento de la doctrina celestial. Así, quitada la tendencia al cisma, toda la Iglesia es preservada en unidad y, descansando en su fundamento, se mantiene firme contra las puertas del infierno.

Pero ya que en esta misma época cuando la eficacia salvadora del oficio apostólico es especialmente más necesaria, se encuentran no pocos que desacreditan su autoridad, nosotros juzgamos absolutamente necesario afirmar solemnemente la prerrogativa que el Hijo Unigénito de Dios se digno dar con el oficio pastoral supremo.

Por esto, adhiriéndonos fielmente a la tradición recibida de los inicios de la fe cristiana, para gloria de Dios nuestro salvador, exaltación de la religión católica y salvación del pueblo cristiano, con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos como dogma divinamente revelado que:

El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables.

Canon: De esta manera si alguno, no lo permita Dios, tiene la temeridad de contradecir esta nuestra definición: sea anatema.

Dado en Roma en sesión pública, sostenido solemnemente en la Basílica Vaticana en el año de nuestro Señor de mil ochocientos setenta, en el decimoctavo día de julio, en el vigésimo quinto año de Nuestro Pontificado.


Notas

[1] Ver 1Pe 2,25.

[2] Ver Jn 17,20-21.

[3] Ver Jn 15,19.

[4] Ver Jn 20,21.

[5] Ver Mt 28,20.

[6] San León I Magno, Sermo 4, De natali ipsius, c. 2 (PL 54, 150c).

[7] Jn 1,42.

[8] Mt 16,16-19.

[9] Jn 21,15-17.

[10] Ver Mt 7,25; Lc 6,48.

[11] Del discurso de Felipe, el legado papal, en la tercera sesión del concilio de Éfeso, 11, julio 431 (Denz. n. 112).

[12] San León I Magno, Sermón 3, cap. 3 (PL 54, 146B).

[13] San Ireneo de Lyón, Contra los herejes, l. III, c. 3, n. 2 (PG 7, 849A).

[14] San Ambrosio de Milán, Epístola 11, c. 4 (PL 16, 986B [ed. 1866 y 1880]).

[15] Concilio de Florencia, 6ta sesión.

[16] Ver Jn 10,16.

[17] Ver Hch 20,28

[18] Greogorio I Magno, Carta a Eulogio de Alejandría, VIII, 29 (30) (MGH, Ep. 2, 31 28-30; PL 77, 933C).

[19] Pío VI, Carta Super soliditate (28 Nov. 1786).

[20] De la profesión de fe del Emperador Miguel Palaeólogo, leída en el segundo Concilio de Lyon, sesión IV, 6 de julio de 1274.

[21] San Nicolás I, Carta al Emperador Miguel, 28 de setiembre de 865, (PL 119, 954).

[22] Mt 16,18.

[23] Fórmula del Papa Hormisdas, 11 de agosto de 515.

[24] De la profesión de fe del Emperador Miguel Palaeólogo, leída en el segundo Concilio de Lyon, sesión IV, 6 de julio de 1274.

[25] Concilio de Florencia, sesión VI.

[26] San Bernardo, Carta 190 (Tratado a Inocencio II Papa contra los errores de Abelardo ) (PL 182, 1053D).

[27] Lc 22,32.


http://es.catholic.net/sacerdotes/222/2456/articulo.php?id=23282

sábado, 17 de mayo de 2014

Un abismo nos separa

A medida que pasa el tiempo, me voy dando cuenta de cómo el abismo que se ha estado abriendo desde hace algunas décadas, ha alcanzado últimamente profundidades alarmantes! El "nuevo curso", iniciado hace poco más de un año, nos está ayudando a comprender cómo algunas mentalidades, ya deformadas por años de progresismo, están adquiriendo nuevos bríos, gracias a ciertos "ejemplos" que vienen de lo alto y que son "dignos" de ser imitados so pretexto de quedar fuera del coro...

Ante las desafortunadas palabras del nuevo presidente de la conferencia episcopal italiana, quien no se siente "identificado con los rostros inexpresivos de los que rezan el Rosario delante de las clínicas abortistas", habría que preguntarse si dichas palabras provienen de alguien que cree que pertenece a la Iglesia Católica o, por el contrario, ha preferido elegir el camino que lleva a una falsa religión mundial donde todo está permitido, menos a quienes defienden la Iglesia de Cristo y sus perennes enseñanzas, incluídas el repudio por el crimen abominable del aborto, el rezo del Santo Rosario, con o sin rostro inexpresivo, cosa que a este señor no debería importarle. Más debería preocuparse por el abandono en la defensa de los "principios no negociables" que, hasta que Benedicto XVI era Papa, y con él todos sus predecesores, se han ocupado de defender a costa del repudio de los hijos de las tinieblas.

Por suerte para nosotros, es un modo de decir, vamos conociendo... y defendiéndonos, de aquellos que prodríamos denominar falsos pastores que van saliendo a la luz y estar prevenidos porque seguramente no será ni el primero ni el último que aparecerá en nuestro horizonte. Lo importante es que podamos distinguir la luz de las tinieblas. Y que Dios nos ilumine para alcanzar esta gracia.

Miserere



Del blog "Chiesa e postconcilio"

sabato 17 maggio 2014

Eccellenza, non giudichi il volto di chi prega in favore della vita.

Le parole di Mons. Galantino che ha affermato: «...In passato ci siamo concentrati esclusivamente sul no all’aborto e all’eutanasia. Non può essere così, in mezzo c’è l’esistenza che si sviluppa. Io non mi identifico con i visi inespressivi di chi recita il rosario fuori dalle cliniche, che praticano l’interruzione della gravidanza, ma con quei giovani che sono contrari a questa pratica e lottano per la qualità delle persone, per il loro diritto alla salute, al lavoro» [qui] hanno suscitato molte reazioni. Abbiamo detto la nostra nel corso di una precedente discussione. Riporto brevemente un mio commento:
Mi chiedo in base a quale logica mons. Galantino possa escludere che nel cuore e nelle azioni di quelle persone impegnate a manifestare con la preghiera, che lui vede riduttivamente solo come "visi inespressivi" (un simil-bergoglismo pari a quello dei "peperoncini sottaceto"), non ci sia anche l'aiuto concreto per il prossimo.
>Come se la preghiera e l'impegno sociale fossero due cose alternative...
>E come se la vera capacità di lottare per la salute e il lavoro non venisse da un'interiorità e da una volontà animate dalla fede. Altrimenti sta parlando di semplice umanitarismo, non del vero umanesimo cristiano, cioè di cristianesimo.
>Come può un uomo di chiesa, sottovalutare la forza della preghiera, e anche del rosario? E non cogliere il significato dato a quelle manifestazioni? E addirittura esercitare la violenza di irridere chi vi partecipa, con la nuova arroganza clericale che usa misericordia con i lontani e disprezza e bastona i vicini?
Siamo arrivati al punto che, se dovessimo scrivere un articolo per ogni esternazione delle Gerarchie e dello stesso Bergoglio - che rischiano di sommergerci anche perché amplificate dallo tsunami mediatico - entreremmo in un circuito demenziale. Ma val la pena riportare la lettera che segue ripresa da La nuova bussola quotidiana:

«Eccellenza,
sono una donna ormai di mezza età che è passata attraverso l’amara esperienza dell’aborto. Per ben tre volte ho soppresso la vita dei bimbi che portavo in grembo. Solo la fede ritrovata per grazia mi ha fatto comprendere l’atrocità di ciò che ho commesso, e mi ha condotto ad un impegno in difesa della vita. Così, anch’io mi sono ritrovata tra quelle persone che pregano davanti alle cliniche in cui avvengono quelli che la Chiesa giustamente definisce “abominevoli crimini”. Se ho deciso di recitare il rosario in quei luoghi è stato solo per implorare una grazia per quelle povere donne. Ho pregato che il loro cuore potesse essere illuminato in un momento di così cupo dolore.

Eccellenza, io non ho il volto patinato di un’attrice, ho un volto normale uguale a quello di tante altre donne, ma sarebbe ingeneroso definirlo “inespressivo”. Il mio volto è capace di ridere e di piangere come il volto di ogni essere umano. Le posso assicurare, Eccellenza, che quando il peso dei miei molti peccati ha fatto sgorgare lacrime amare sul quel volto, un’espressione di dolore c’era. Eccome se c’era! Ancora adesso riesco a commuovermi per quelle donne che non sono capaci di accogliere il dono della vita. E per loro continuerò a pregare, anche se questo Lei, forse, fatica a comprenderlo. Capisco, del resto, che come uomo Lei abbia difficoltà ad immaginare cosa significhi la tragedia di una maternità autonegata. 

Nella Chiesa, Eccellenza, per quello che ho fatto non mi sono sentita giudicata. Ed è per questo che io non giudico nessuno. Prego solo per quelle donne che, a volte ignare, commettono i miei stessi errori, precipitando, poi, nell’abisso di un eterno rimorso. Ecco perché, Eccellenza, mi permetto indegnamente di suggerire anche a Lei di non giudicare il volto di chi prega in favore della vita. La misericordia di cui tanto giustamente parla Papa Francesco passa anche attraverso questa capacità di amare e comprendere tutti i volti. Perché non esistono volti inespressivi. Ogni volto, anche quello più orripilante, è sempre un’espressione dell’anima. E ogni volto, Eccellenza, è sempre l’immagine di Dio. Con devozione. Maria».

domingo, 4 de mayo de 2014

La nueva "misericordia"

Continúa a todo ritmo y sin piedad la aplicación del nuevo concepto de "misericordia", acuñado desde hace ya más de un año contra todo lo que se oponga a la así llamada "nueva primavera" o "nuevo curso" eclesial. El ensañamiento "misericordioso" tiene como objetivo principal, come bien sabemos, todo aquello que huele a defensa de la doctrina católica, a orientación tradicional. Los Franciscanos de la Inmaculada representan un obstáculo, una molestia, a la implementación del nuevo concepto de iglesia que se quiere hacer prevalecer desde las altas esferas de un poder que a uno le cuesta reconocer que viene de lo Alto...

Parece no ser suficiente la cantidad de palos que han recibido los FFI a tan sólo un año desde el comisariamiento. Hay que seguir pegando duro con el bastón de la nueva "misericordia", en este caso, al padre Manelli, fundador de la orden, quien seguramente ofrecerá sus sufrimientos por la conversión de sus perseguidores.

Miserere

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Del blog "Chiesa e Postconcilio":

Misericordia o soviet? impedita a p.Stefano Manelli la visita alla tomba dei genitori

Riprendo da MiL, perché la notizia e ciò che rivela abbia il rilievo che merita e far da moltiplicatore a preghiere e speranze per veder rettificato uno scempio inaudito.

“(ANSA) - Napoli, 2 maggio - Religioso non può visitare tomba padre. Padre Manelli fondatore Ffi, bloccato da Commissario Ordine.
Al fondatore dei Frati Francescani dell' Immacolata, Padre Stefano Maria Manelli, 81 anni, è stato vietato dal Commissario apostolico dell'Ordine, Fidenzio Volpi, di recarsi il 1 maggio a Frigento (Avellino) per visitare la tomba dei genitori, riconosciuti dalla Chiesa come Servi di Dio e celebrare una Messa. Lo ha reso noto l'avvocato Bruno Lucianelli. Il divieto sta provocando forti reazioni. Alcuni fedeli stanno valutando una denuncia alla Corte europea dei diritti dell' uomo”. © Copyright ANSA
Il compleanno di Padre Stefano Maria Manelli, uomo di grande Fede, sacerdote esemplare, infiammato di amore per l’Immacolata, la Santa Chiesa ed il Papa è stato il 1 maggio, primo giorno del mese mariano.
In molti odiano P.Manelli e l'Ordine dei  Francescani dell'Immacolata, ricco di vocazioni, perché quei Consacrati e quelle Consacrate  vivono  di carità volgendo lo sguardo solo a Colui che è stato trafitto sulla Croce per la nostra salvezza.
La cocciuta ricerca di santificazione, nella semplicità e nella povertà di altri tempi, dei Frati e delle Suore Francescani dell'Immacolata  che attingono la loro alta spiritualità dal Serafico Padre San Francesco e da San Massimiliano Maria Kolbe,  fa infuriare, con odio quasi diabolico, tutti quelli che vorrebbero trascinare i Consacrati  verso la voragine della sterilissima e nirea mondanità, anticamera della dissoluzione spirituale della Chiesa attraverso il solito iper - ossequio alla modernità fatto di adeguamenti e di aggiornamenti...
Disprezzando dunque le mode effimere e passeggere i frati dell'Immacolata (come il popolino ama chiamarli) sono ossequiosi del Magistero autentico della Chiesa di sempre senza giammai cadere nelle trappole della spettacolarizzazione della vita religiosa.
Preghiamo per l’anziano uomo di Dio P.Stefano Manelli affinché la sua sofferenza, obbedientemente accettata nel più assoluto riserbo, riceva la consolazione dalla Madonna Santissima Immacolata;  in questo mese mariano abbiamo però il dovere di pregare cristianamente  anche per i persecutori di P.Manelli, pochi e piccoli uomini in cerca di visibilità,  perchè  il Signore Risorto faccia loro riscoprire  la vera via nella  gioia e nella carità dell’amore fraterno.
Nella foto sopra : Un giovane studente romano si è recato ad ossequiare P.Manelli nel giorno del suo compleanno.

http://chiesaepostconcilio.blogspot.it/2014/05/misericordia-o-soviet-impedita-pstefano.html