El mes pasado, el obispo paraguayo de Ciudad del Este, mons. Rogelio Livieres, fue separado injustamente de su cargo como era de preveer.
Enorme revuelo e indignación en el mundo católico, llamemoslo así, de "buena voluntad" ha causado su remoción de la diócesis con métodos proprios de épocas que creíamos ya superadas pero que la "iglesia de la misericordia" no dudó un instante en emplear.
El castigo infligido a este valiente prelado no lo ha, de ningún modo, amedrentado para alzar una vez y mil veces más su voz para denunciar las calamidades que se están abatiendo sobre la Iglesia!
Nosotros los católicos tenemos que pedirle a Dios que nos ilumine y nos indique quiénes son los pastores que no traicionan a Cristo para que podamos seguir sus voces.
Miserere
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sábado, 11 de octubre de 2014
UNA LUZ EN LAS SOMBRAS: LA VOZ DE MONS. LIVIERES HABLANDO DEL SÍNODO
Esperanza frente al peligro de Cisma: Artículo de Monseñor Livieres
INTRODUCCIÓN DE CATOLICIDAD
El modernismo -la suma de
todas las herejías, como lo definió S.S. san Pío X- enquistado en
altos puestos de la Iglesia intenta instrumentalizar el Sínodo
extraordinario sobre la Familia, aduciendo que no se deberá tocar lo
dogmático, sino que se debe modificar únicamente lo pastoral (como si lo
pastoral no fuese una expresión y una consecuencia de lo dogmático),
para adecuar -según ellos- y poner al día a la Iglesia en consonacia
con la "realidad" del mundo, de una manera "misericordiosa" y sin
condenar sus errores. En otras palabras, tratar de adecuar la Iglesia a
los errores de los hombres en la práctica, traicionando -en el
fondo- la misma fe que debe normar lo pastoral y que se encuentra en el
depósito de la Revelación, aduciendo falsamente -los modernistas- que no
se ha tocado la doctrina. En fin, su objetivo es ese adecuamiento de la
Iglesia a los errores del hombre y no la conversión del hombre a Dios.
Monseñor Rogelio Livieres, obispo paraguayo, que víctima de politiquería ha sido obligado a dejar su diócesis luego de ser destituido (destitución aceptada sumisamente por el obispo) recientemente por intrigas modernistas -por su criterio a favor de la Tradición de la Iglesia- por parte de otros obispos paraguayos que lo acusaron de "no estar en comunión" con ellos, sale a la palestra a defender la enseñanza perenne de la Iglesia y la genuina doctrina católica que se fundamenta en el mismo depósito de la Revelación Divina. El propio obispo recuerda que el mismo san Atanasio fue expulsado de su Diócesis no una sino cinco veces, debido a las maquinaciones de sus hermanos obispos arrianos con los que no estaba «en comunión», precisamente porque quería promover «la fe católica y apostólica» en contra de la herejía arriana.
Leamos reflexivamente el escrito de Mons. Livieres que transcribimos a continuación:
Monseñor Rogelio Livieres, obispo paraguayo, que víctima de politiquería ha sido obligado a dejar su diócesis luego de ser destituido (destitución aceptada sumisamente por el obispo) recientemente por intrigas modernistas -por su criterio a favor de la Tradición de la Iglesia- por parte de otros obispos paraguayos que lo acusaron de "no estar en comunión" con ellos, sale a la palestra a defender la enseñanza perenne de la Iglesia y la genuina doctrina católica que se fundamenta en el mismo depósito de la Revelación Divina. El propio obispo recuerda que el mismo san Atanasio fue expulsado de su Diócesis no una sino cinco veces, debido a las maquinaciones de sus hermanos obispos arrianos con los que no estaba «en comunión», precisamente porque quería promover «la fe católica y apostólica» en contra de la herejía arriana.
Leamos reflexivamente el escrito de Mons. Livieres que transcribimos a continuación:
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Refiriéndose a los modernistas advirtió: "Estamos frente al peligro de un gran cisma. Exactamente lo que el Señor y su Santísima Madre nos han prevenido" |
La
Iglesia, fundada sobre la roca de Pedro, espera del Sínodo la promoción
de la familia cristiana. Pero lo que la Biblia llama «el mundo» tiene
una expectativa muy distinta: los medios de prensa vociferan cada día
para que la Iglesia «se ponga al día». Un eufemismo para exigir que
bendiga, y no condene, los desvíos morales cada día más frecuentes,
entre otras razones, por la promoción sistemática desde la prensa y la
industria del entretenimiento.
La
Iglesia sin embargo no fue establecida para sancionar lo que el mundo
pretende, sino para enseñarnos lo que Dios quiere de nosotros y
acompañarnos en el camino de la santidad. Porque es en la voluntad de
Dios, que todo lo sabe y no puede engañarse ni engañarnos, donde
nosotros encontramos la verdadera paz y felicidad. Ni la doctrina de la
fe ni la práctica pastoral –consecuencia de esa doctrina– son el
resultado de consensos de curas, aunque sean cardenales u obispos.
Ya
desde los primeros tiempos del cristianismo los Apóstoles y sus
sucesores fueron presionados por poderosas élites religiosas y políticas
para que tergiversaran la verdad y la misión evangélica que habían
recibido de Cristo. Pero en vez de inclinarse ante otros dioses nos
dejaron un testimonio de fidelidad incondicional a la verdad derramando
su sangre. Porque «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres»
(Hechos 5:29). Estos días me consuela pensar en el ejemplo de san
Atanasio. Fue expulsado de su Diócesis no una sino cinco veces, debido a
las maquinaciones de sus hermanos obispos arrianos con los que no
estaba «en comunión», precisamente porque quería promover «la fe
católica y apostólica», como dice la Plegaria Eucarística I, o Canon
Romano.
Bendecir
y aceptar «lo que todo el mundo quiere» no es ni misericordia ni amor
pastoral. Más bien, es pereza y comodidad, porque estaríamos renunciando
a evangelizar y educar. Y respetos humanos, porque nos importaría más
el qué dirán que increpar proféticamente en la obediencia a Dios. Ya san
Benito resumía, en otra época también signada por mucha confusión, el
principio de vida eterna de la obediencia: «mi palabra se dirige ahora a
ti, quienquiera que seas, para que renuncies a tus propias voluntades y
tomes las preclaras y fortísimas armas de la obediencia…», «…así
volverás por el trabajo de la obediencia a Aquel de quien te habías
alejado por la desidia de la desobediencia» (Regla, Prólogo).
Dentro
de la Iglesia, y últimamente desde algunas de sus más altas esferas,
«soplan vientos nuevos» que no son del Espíritu Santo. El mismísimo
cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, entre
otros, ha criticado la pretensión utópica de hacer cambios de fondo en
la práctica pastoral sin por ello afectar la doctrina católica sobre la
familia. Sin juzgar sus intenciones, que presumo las mejores, y con la
tristeza de tener que mencionarlos por nombre, ya que son de público
conocimiento, el cardenal Kasper y la revista jesuita Civiltà Cattolica
son activos propulsores que lideran esta confusión. Lo que antes estaba
prohibido como una grave desobediencia contra la ley de Dios ahora
podría quedar bendecido en nombre de su misericordia. Justifican lo
injustificable por medio de sutiles interpretaciones de textos y hechos
históricos. Pero los que realmente conocen de estas materias han
reducido a polvo estos sofismas. No olvidemos lo que nos aseguró el
Señor: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán»
(Mateo 24:35).
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"No nos dejemos engañar ni apartar de la fe y de la práctica moral que Jesucristo nos enseñó... El mundo nos perseguirá, incluso invocando falsamente el nombre de Dios". |
Frente
a los que están queriendo «dibujar» consensos y manipular estadísticas,
como si el Pueblo de Dios estuviera pidiendo lo que en realidad se le
quiere gravar por la fuerza de una autoridad abusiva, recordemos que la
Iglesia no vive ni se define a partir de las opiniones de los hombres y
el cambio de los tiempos sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios. La historia de cómo se terminó imponiendo a todo un pueblo
católico el cisma de la Iglesia de Inglaterra, junto con el testimonio
martirial de san Juan Fischer y santo Tomás Moro, son una lección que
hoy vale mucho profundizar.
Roguemos
por el Papa, por los Cardenales y los Obispos, para que todos estemos
dispuestos incluso a derramar la sangre en la defensa y promoción de la
familia contra las tormentas del engaño y la idolatría de la libertad
sexual del hombre frente a Dios. No nos dejemos engañar ni apartar de la
fe y de la práctica moral que Jesucristo nos enseñó. Sabemos que el
mundo odió a nuestro Señor. El servidor no puede ser más que su amo. El
mundo nos perseguirá, incluso invocando falsamente el nombre de Dios. Y a
los eclesiásticos que hablen como el mundo quiere, los aplaudirá y los
amará, «porque son de los suyos», no de Dios.
MONSEÑOR ROGELIO LIVIERES, OBISPO DE LA IGLESIA CATÓLICA
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